Business Development Director
El reto de ser los mejores, no conformarnos y sobreexceder las expectativas de nuestros clientes, en verdad nos quita el sueño en /bluetab. Esto solo es posible si nos cuestionamos y reevaluamos de manera continua nuestras capacidades técnicas y habilidades para dirigir equipos de alto de desempeño, en cada cliente y en cada proyecto.
Existe la idea generalizada de que no es posible sentir bienestar y placer cumpliendo con nuestras obligaciones en el ámbito de nuestro trabajo o profesión. Al menos en la gran mayoría de los casos. Aun cuando haya cierta afinidad con las funciones asignadas, las obligaciones laborales se constituyen como un estricto intercambio de esfuerzo con un fin netamente económico y material, que coloca a nuestro trabajo en un concepto transaccional y frío
¿Ustedes que piensan?
Antes de explorar cualquier modelo de gestión de la felicidad en las organizaciones (desarrollados desde hace ya algunos años como parte de diversas corrientes de psicología positiva), debemos partir de un concepto aterrizado de “felicidad” para luego evaluar su impacto potencial en los resultados empresariales y el bienestar de sus trabajadores:
Aristóteles, por ejemplo, considera “la felicidad como el supremo bien y el fin último del hombre. Es la máxima aspiración humana y resulta del todo posible lograrla conjugando los bienes externos, los del cuerpo y los del alma. Es una actividad de acuerdo con la razón y, mejor aún, es la autorrealización misma del sujeto, que actuando bien se hace a sí mismo excelente y, con ello, feliz”.
Por otra parte, para Sócrates “la felicidad es el último bien del hombre y se logra con la práctica de la virtud. No se trata de la felicidad lograda de los placeres sensibles y fugaces, sino aquella serena y estable que proviene de la contemplación de la verdad y que se logra con la práctica de la virtud”.
En esta línea de pensamiento, existe una definición de felicidad que apunta más a la realización del ser humano y las emociones derivadas de ello, y no tanto a lo material, tangible o de alegría pasajera, al menos lo primero es esencial para poder disfrutar de todo el resto.
¿Qué pasaría si aplicamos esto en nuestra vida y nuestro entorno? ¿Creen que conseguiríamos más y mejores objetivos en cualquiera de los ámbitos en los que vivimos?
Se ha aprendido de generación en generación que alcanzar ciertos “objetivos de la vida” es lo más importante para obtener felicidad, misma que vamos postergando hasta alcanzar cada uno de ellos: cuando tengas tu título profesional, cuando tengas tu carro, cuando hagas ese viaje anhelado, cuando tengas pareja, cuando tengas tu casa, cuando te cases, cuando tengas hijos, y así la lista es interminable ya que al lograr un objetivo nace uno nuevo y el sentimiento de felicidad parece durar muy poco. Esto se ve exacerbado en esta era digital, donde el consumo de bienes, tecnología y experiencias se viraliza llegando a todos los rincones del planeta creando nuevas necesidades que, incluso, ni conocíamos.
Si invertimos esta fórmula, entendemos que el éxito en estos objetivos no son los que nos darán la felicidad sino al revés, siendo “personas felices” podemos alcanzar los objetivos de éxito que nos propongamos. Es más, llegarán de forma natural. Sería ese entonces el bien mayor y último de una persona, su autorrealización en función de la virtud y la excelencia, como comentan los filósofos citados.
Existe mucha bibliografía al respecto con algunas similitudes y definiciones clave. De un análisis general de una de las corrientes, podemos destacar como elementos indispensables para alcanzar la FELICIDAD a los siguientes:
En que podemos perfeccionar nuestras competencias para ser mejores aún, compartirlo con los demás, estrechar vínculos, enseñar lo que nos apasiona, alcanzar metas en equipo y obtener ese reconocimiento que nos hace sentir motivados y satisfechos por el trabajo bien hecho y su misión social con nuestros clientes. Así lo vemos en bluetab al menos.
Lo simple parece convertirse en lo más esencial de la vida y de nuestro trabajo. Esto nos lleva a pensar en un liderazgo diferente, uno emocional, donde gerenciamos una “transformación empresarial de alto impacto” poniendo el foco en que cada miembro de nuestra familia laboral sea feliz y experimente un bienestar real y a largo plazo, ayudándolo a crecer profesionalmente, a perfeccionarse, a brindarse a los demás y generando para sus funciones nuevos desafíos.
Como lo formuló Frederick Herzberg en su “teoría de los dos factores de 1959”: “para proporcionar motivación en el trabajo, se debe lograr el “enriquecimiento de tareas”, también llamado “enriquecimiento del cargo”, el cual consiste en la sustitución de las tareas más simples y elementales del cargo por tareas más complejas, que ofrezcan condiciones de desafío y satisfacción personal, para que así el empleado continúe con su crecimiento personal”.
En conclusión, toda organización que aspire a un cambio radical en sus resultados de negocio, mejorar el rendimiento de sus empleados, elevar el compromiso colectivo y lograr un crecimiento sostenible en el tiempo, debe prestar atención a la felicidad de quienes hacen la empresa día a día, impulsando dentro de su agenda estratégica iniciativas que atiendan de manera integral los siguientes tres factores de transformación desde la gente:
Sin duda hablamos de una filosofía de gestión organizacional basada en personas y, como todo modelo, debemos vivir nuestra experiencia al ponerlo en práctica, medir sus resultados y mejorarlo de manera continua. Alentamos a nuestros clientes y colegas a echarlo a andar con su gente.
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